El amor (mahabbah)


El Amor es gozo, placer, tranquilidad y saboreo de nuestra efímera vida. El amor es la levadura en la masa de la existencia. Ser capaz de amar es uno de los grandes regalos de Allah a Sus siervos. Por ello, el amor debería estar siempre orientado hacia objetos de valor. Debería dirigirse a aquellos que realmente comprenden la esencia de la amistad. Esta fase de amor hacia las criaturas de este mundo es paso hacia el amor divino. Sin embargo, la mayoría de la gente sacrifica el amor, que es un regalo divino, para satisfacer sus momentáneos y egoístas deseos.

El amor que no encuentra al que verdaderamente lo merece, es sin duda la mayor y más triste pérdida en esta vida. El amor que está atrapado en intereses mundanos, es como la flor que crece en las grietas del pavimento; tarde o temprano será aplastada por la bota de algún transeúnte. ¡Qué lastima perder un diamante en la calle!¡Y qué triste y profunda pérdida para él, ser la propiedad de alguien que no lo merece! Yalāl al-Dīn Rūmī nos regala con este instructivo ejemplo donde ilustra la realidad de aquellos que han perdido el amor divino al gastar la riqueza de su amor en cosas efímeras y sin valor:

Aquellos que aman este mundo y dedican a él sus corazones, se parecen al cazador que quiere cazar una sombra. ¿Cómo podría una sombra pertenecerle? El estúpido cazador que así actúa, confunde la sombra de un pájaro con el pájaro mismo, e intenta cazarla. Incluso el pájaro que observa la escena desde lo alto de una rama, está asombrado con lo que hace el cazador de sombras.

Los corazones en los que las semillas del amor no crecen, no pueden salvarse de su autodestrucción. Esclavizados por los sentimientos egoístas, llevan a cuestas el cadáver de los sentimientos espirituales. Por el contrario, el amor que se alimenta con la divina primavera de la morada espiritual, es como las flores del Paraíso que exhalan una penetrante fragancia. Incluso si a veces sus flores palidecen y dejan caer sus hojas, todo lo que necesita de la primavera es una sonrisa que las reviva y las rejuvenezca de nuevo.

Aquellos que alcanzan el amor divino, que es la verdadera fuente de todo amor, pueden amar a sus semejantes. En otras palabras, son capaces de mirara a esas criaturas vivas con la visión del Creador. Los creyentes nobles y sinceros que alcanzan esta cima, se purifican de todo egoísmo y viven con la clara comprensión de que el verdadero placer está en el conocimiento y en el amor de Allah. Dice un hadiz qudasī:

Mi siervo no se acerca a Mí con nada que más ame que cumpliendo con las obligaciones que le ordenado, y mi siervo continúa acercándose a Mí realizando acciones supererogatorias hasta que le amo. Después, cuando le he amado, me convierto en su oído con el que oye, su vista con la que ve, su mano con la que coge, y su pies con el que anda…” (Bujārī).

Esta cima espiritual es tan difícil de alcanzar como las cimas de las más altas montañas de la tierra. Aquellos que hacen de esta gracia y bendición divinas un elemento definitivo de su personalidad, están a salvo de convertirse en una persona ordinaria. Esta gente tiene una forma exclusiva de hablar con las criaturas de este mundo. Lo único que se requiere para alcanzar este estado es adecuar el corazón al lenguaje de esas criaturas.

Para los que saben oír, bellísimas y diferentes canciones salen de los trinos del ruiseñor, de una delicada flor, o de una cascada. El aire de la noche puede traernos numerosos relatos. Para aquellos que están despiertos, numerosas brisas son las que nos traen las alas de la mañana. Los creyentes perfectos, esos cuyos corazones están llenos de amor y compasión, pueden observar con profunda comprensión el flujo de secretos y sabiduría divinos en este mundo. ¿Podría acaso una mente sana y un corazón vivo no sentir emoción con las ardientes canciones del amor divino después de haber presenciado todos esos secretos divinos y todas esas magníficas obras de arte?

El valor del amor es conmensurado con la importancia y perfección del amado. Por lo tanto, el súmmum del amor humano es el amor por el Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz), ya que es imposible imaginar otro ser humano que merezca nuestra amor más que él.

Sin embargo, incluso el Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz) no es la última estación del amor. Para el ser humano, la última estación del amor debería ser Allah, el Creador de todos los seres. La última fase y destinación final en la ascensión del ser humano a través del amor, es Allah. Los sufis llaman a esta estación, fanā fi Allāh y baqā bi- Allāh. Este estadio es similar a los ríos que llegan al océano, penetran
en él y desaparecen.

Este gran poeta refleja en sus poesías el abrasador fuego de fanā fi al-Rasūl1 y fanā fi Allāh de la siguiente manera:

¡Oh mi Amado! ¡Por la manifestación de tu belleza, el río está en llamas!
¡La rosa está ardiendo, el ruiseñor arde, el jacinto arde, la tierra y el espino arden!
¡Tu luz, radiante como la del sol, abrasó a todos los amantes!
¡El corazón esta ardiendo, el pecho, y estos dos llorosos ojos arden también!
¿Es posible lavar el cadáver del mártir de amor con todo este fuego?
¡El cuerpo está ardiendo, el ataúd esta ardiendo, y la fresca y dulce agua, arde!

Alcanzar el amor de Allah requiere verdadero amor por Su Mensajero (que Allah le bendiga y le de la paz); esta es la última estación del amor humano antes de alcanzar el amor divino. Por esta razón, quienes no experimentan amor por el Mensajero de Allah (que Allah le bendiga y le de la paz) no serán capaces de experimentar el amor de Allah. Deberíamos ser conscientes de que el único torrente de amor y misericordia que conduce al océano del amor divino, es el amor por el Mensajero de Allah (que Allah le bendiga y le de la paz). Amar al Mensajero de Allah (que Allah le bendiga y le de la paz) es amar a Allah; obedecerle, es obedecer a Allah; desobedecerle es rebelarse contra Allah. Consecuentemente, la bendita existencia de del Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz) es el santuario del amor para toda la humanidad. Como dice el Qur’an:

Di: Si amáis a Allah, seguidme, que Allah os amará y os perdonará vuestras faltas. Allah es Perdonador y Compasivo.” (Al ‘Imrān, 3:31)



Osman Nuri Topbaş Efendi (que Allah lo proteja)
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